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BOSQUE

El paisaje es uno de los géneros pictóricos más clásicos en la historia del arte. La representación del medio natural que habita el ser humano se sucede a lo largo del relato artístico y su evolución ha devenido en paralelo a la construcción contemporánea del ser humano. Más allá de los imponentes horizontes bíblicos del Renacimiento o del sublime exaltado de los paisajes naturales románticos, el punto de inflexión lo marcó la introducción de lo urbano como elemento inherente al paisaje.
La incorporación de la ciudad dentro de la iconografía del paisaje permitió eliminar la dicotomía entre lo urbano y el originario paisaje natural. La migración desde un paisaje de tipo naturalista hacia el espacio metropolitano ha permitido la hibridación de ambos lugares. La incorporación de la ciudad como elemento paisajístico ha erigido al espacio urbano como categoría natural para las colectividades actuales. Así, la integración de lo urbano ha desbancado al paisaje originario: la ciudad es el natural contemporáneo.
Sin embargo, en el interior del paisaje urbano emergen resistencias naturalistas, focos rebeldes de reminiscencia rural. Al mismo tiempo, la ciudad genérica tematiza la imagen naturalista y se apropia y reproduce retazos del paisaje originario, simulacros verdes e imitaciones controladas.
No obstante, ¿quién es el asaltante? Los “bosques” encontrados por Arantza, ¿son lugares de resistencia dentro de la ciudad u hordas invasoras que se apropian de ella?
El natural de la ciudad genérica es asfáltico. La idiosincrasia urbana naturaliza los simulacros verdes. Por el contrario, la invasión de la naturaleza constituye la artificialidad en la era de lo urbano.
Texto por Garazi Pascual.

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